Ya sé, ya sé, que a nadie, ni a ti que lees, le importa saber las razones. Cada vez más nos conformamos con los tropezones, aunque el guiso sea malo y la paella pasada o preparada con ese arroz que no se pasa, arroz sin almidón.
Como la vida misma cuando las riendas las coge el socialismo: sin almidón, sin sustancialidad. Mucha sonrisa, eso sí, y a todos sonreír, como los hipócritas.
No sé sonreír. Hace tiempo que aprendí, en una canción de roncanrol, que quien intenta sonreír a todo el mundo a la vez acaba por conseguir que todo el mundo le odie a la vez. Por ejemplo, no se puede defender a los valencianos negándoles el reconocimiento como lengua en Europa porque precisas quedar bien con los catalanes, que te obligan a ello; y luego salir a los medios de comunicación a decir qué bien que lo hacemos y qué mal que lo hicieron con sólo sonreír.
La sonrisa además acaba siempre ocultando una falacia. No sé argumentar con falacias quizá porque siempre he debido de enseñarlas y las sé de memoria. Desde la falacia ad hominen hasta la de pendiente resbaladiza. Buen nombre se le puso en lógica a la falacia que mejor usa Pepe Blanco, cada vez que justifica a su partido y a sus ministros.
La falacia y sus utilización es propio de quién sabe que no puede confiar en sus argumentaciones, porque nos las tiene o porque son tristes, es decir, melancólicas, dolorosas, difíciles de soportar e ineficaces.
Cada vez que argumento busco todo lo contrario que el socialismo, es decir, argumentos esperanzados, alegres a la vida, fáciles de soportar y eficaces. Argumentos para agradecer no para guarecerse.
Porque es de bien nacidos ser agradecidos, el refrán castellano que mejor retrata lo que es la vida: Potlach. Y hoy aquí puedo decir que como mucha gente de mi generación y de generaciones anteriores debemos los que somos a la Iglesia, aunque en ocasiones podamos criticarla en muchos aspectos. Pero tener hoy una carrera y una posición social determinada, etc., sólo podemos agradecérselo a los Jesuitas en mi caso, cada cual que se agradezca a la orden que sea. En los nombres del Padre Cortina S.J., por ejemplo, del padre Echarri S.J. o del profesor Osés o del padre Eusebi Colomer...
Sin embargo conozco a muchos que están en la misma situación pero en vez de reconocerla y agradecer lo que por ellos hicieron dicen “los curas son inmovilistas y tenebrosos” Y no reconocen en la Constitución Europea ese gran trabajo de la Iglesia Cristiana por Europa y los europeos. Además, luego querrán que la vote y si no lo hago seré el gran malo.Y si no fueran razones convincentes, me queda una. No soy un corderito o monigote. No me gusta decir sí porque me saquen en una foto con sonrisa. Sin embargo al socialismo no le quepe duda de aparecer como quiere Francia y Alemania, formando parte de “la Europa de los corderos” donde se instruye en los tetos de sangre, que leche ya no hay.
Como la vida misma cuando las riendas las coge el socialismo: sin almidón, sin sustancialidad. Mucha sonrisa, eso sí, y a todos sonreír, como los hipócritas.
No sé sonreír. Hace tiempo que aprendí, en una canción de roncanrol, que quien intenta sonreír a todo el mundo a la vez acaba por conseguir que todo el mundo le odie a la vez. Por ejemplo, no se puede defender a los valencianos negándoles el reconocimiento como lengua en Europa porque precisas quedar bien con los catalanes, que te obligan a ello; y luego salir a los medios de comunicación a decir qué bien que lo hacemos y qué mal que lo hicieron con sólo sonreír.
La sonrisa además acaba siempre ocultando una falacia. No sé argumentar con falacias quizá porque siempre he debido de enseñarlas y las sé de memoria. Desde la falacia ad hominen hasta la de pendiente resbaladiza. Buen nombre se le puso en lógica a la falacia que mejor usa Pepe Blanco, cada vez que justifica a su partido y a sus ministros.
La falacia y sus utilización es propio de quién sabe que no puede confiar en sus argumentaciones, porque nos las tiene o porque son tristes, es decir, melancólicas, dolorosas, difíciles de soportar e ineficaces.
Cada vez que argumento busco todo lo contrario que el socialismo, es decir, argumentos esperanzados, alegres a la vida, fáciles de soportar y eficaces. Argumentos para agradecer no para guarecerse.
Porque es de bien nacidos ser agradecidos, el refrán castellano que mejor retrata lo que es la vida: Potlach. Y hoy aquí puedo decir que como mucha gente de mi generación y de generaciones anteriores debemos los que somos a la Iglesia, aunque en ocasiones podamos criticarla en muchos aspectos. Pero tener hoy una carrera y una posición social determinada, etc., sólo podemos agradecérselo a los Jesuitas en mi caso, cada cual que se agradezca a la orden que sea. En los nombres del Padre Cortina S.J., por ejemplo, del padre Echarri S.J. o del profesor Osés o del padre Eusebi Colomer...
Sin embargo conozco a muchos que están en la misma situación pero en vez de reconocerla y agradecer lo que por ellos hicieron dicen “los curas son inmovilistas y tenebrosos” Y no reconocen en la Constitución Europea ese gran trabajo de la Iglesia Cristiana por Europa y los europeos. Además, luego querrán que la vote y si no lo hago seré el gran malo.Y si no fueran razones convincentes, me queda una. No soy un corderito o monigote. No me gusta decir sí porque me saquen en una foto con sonrisa. Sin embargo al socialismo no le quepe duda de aparecer como quiere Francia y Alemania, formando parte de “la Europa de los corderos” donde se instruye en los tetos de sangre, que leche ya no hay.