domingo, 3 de febrero de 2008

La traición

No debes preocuparte: tendrás tu Judas en el momento adecuado o alguien de mirada oblicua te pondrá en la palma de la mano las treinta monedas sangrientas y te exigirá que seas tú el que administre el beso sacrificial.
Por mucho que te esfuerces en tu trabajo, en construir realidades consistentes para los demás, y compareces ante la gente con la mejor sonrisa y la mirada, no podrás evitar caer en la desgracia, en desgracia.
Siempre hay quien encuentra en la vida su momento, el adecuado para ascender y gobernar sobre tus actuaciones; y a éste no le provoca ninguna satisfacción, ha nacido para ello, o todas las inquietudes.
La gente que te rodea define tu situación con la frase hecha: “te han crecido los enanos”. Debes reconocer y hacerles saber, que los enanos no crecen, sólo se cabrean (y mandan a sus superiores que te den bambú)
Llegado a este momento, supuestamente debes sentir miedo, pánico, temor, no al enano cabreado, sino a todos los que te rodean reverencialmente, reverentemente, a los que debéis temer sin duda.
El enano cabreado que nunca crecerá, evitará emplearse a fondo contigo, que quien manda, no se puede manifestar bárbaro al público, que se alimenta de sonrisas. Manda a otros, a sus huestes hurañas rabiosas a que muerdan y exijan tu expulsión o te canses para que abandones el barco en mitad de la noche, a mitad de camino, en mitad de la nada.
No valdrá tu voz sincera y verdadera exigiendo defensa ante la voracidad que anida en las palabras perversas de los conversos, que te atacan a ti como un virus rústico deforme.
Quieren permitirte la única salida: alejarte baldío aconsejando a quien se queda paciencia y buen hacer y suerte de no caer en desgracia ante el enano que se cabrea y que nunca crece. No valdrá como dique ni tu buen hacer ni tu buen trabajo ni que construyeses realidades consistentes o la mejor de las sonrisas con la que siempre compareces ante los demás.
Una mañana te levantarás y el Judas que te tocó en suerte cumplirá su ineludible misión, estampar en tu rostro el beso anunciatorio.
O lo que resulta execrable, encontrarás reposando en la palma de tu mano las treinta monedas de la delación.

2 comentarios:

Luis Amézaga dijo...

Judas tiene muchos apellidos.

Brais de Besteire dijo...

menos Iscariote, el resto del abecedario