martes, 27 de noviembre de 2007

Aunque hoy no tengo humor


Ya sé, ya sé, que a nadie, ni a ti que lees, le importa saber las razones. Cada vez más nos conformamos con los tropezones, aunque el guiso sea malo y la paella pasada o preparada con ese arroz que no se pasa, arroz sin almidón.
Como la vida misma cuando las riendas las coge el socialismo: sin almidón, sin sustancialidad. Mucha sonrisa, eso sí, y a todos sonreír, como los hipócritas.
No sé sonreír. Hace tiempo que aprendí, en una canción de roncanrol, que quien intenta sonreír a todo el mundo a la vez acaba por conseguir que todo el mundo le odie a la vez. Por ejemplo, no se puede defender a los valencianos negándoles el reconocimiento como lengua en Europa porque precisas quedar bien con los catalanes, que te obligan a ello; y luego salir a los medios de comunicación a decir qué bien que lo hacemos y qué mal que lo hicieron con sólo sonreír.
La sonrisa además acaba siempre ocultando una falacia. No sé argumentar con falacias quizá porque siempre he debido de enseñarlas y las sé de memoria. Desde la falacia ad hominen hasta la de pendiente resbaladiza. Buen nombre se le puso en lógica a la falacia que mejor usa Pepe Blanco, cada vez que justifica a su partido y a sus ministros.
La falacia y sus utilización es propio de quién sabe que no puede confiar en sus argumentaciones, porque nos las tiene o porque son tristes, es decir, melancólicas, dolorosas, difíciles de soportar e ineficaces.
Cada vez que argumento busco todo lo contrario que el socialismo, es decir, argumentos esperanzados, alegres a la vida, fáciles de soportar y eficaces. Argumentos para agradecer no para guarecerse.
Porque es de bien nacidos ser agradecidos, el refrán castellano que mejor retrata lo que es la vida: Potlach. Y hoy aquí puedo decir que como mucha gente de mi generación y de generaciones anteriores debemos los que somos a la Iglesia, aunque en ocasiones podamos criticarla en muchos aspectos. Pero tener hoy una carrera y una posición social determinada, etc., sólo podemos agradecérselo a los Jesuitas en mi caso, cada cual que se agradezca a la orden que sea. En los nombres del Padre Cortina S.J., por ejemplo, del padre Echarri S.J. o del profesor Osés o del padre Eusebi Colomer...
Sin embargo conozco a muchos que están en la misma situación pero en vez de reconocerla y agradecer lo que por ellos hicieron dicen “los curas son inmovilistas y tenebrosos” Y no reconocen en la Constitución Europea ese gran trabajo de la Iglesia Cristiana por Europa y los europeos. Además, luego querrán que la vote y si no lo hago seré el gran malo.Y si no fueran razones convincentes, me queda una. No soy un corderito o monigote. No me gusta decir sí porque me saquen en una foto con sonrisa. Sin embargo al socialismo no le quepe duda de aparecer como quiere Francia y Alemania, formando parte de “la Europa de los corderos” donde se instruye en los tetos de sangre, que leche ya no hay.

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