lunes, 12 de noviembre de 2007

En el camino - I


Me dicen: “voy a hacer el camino de Santiago desde su inicio y completo”. Y me quedo estupefacto porque creo que efectivamente alguien va a hacer el camino de Santiago desde su inicio. ¿Desde las propias estrellas? ¿Allí de dónde vino Santiago? ¿De dónde vino Santiago? Pero se aclaran todas las dudas al momento de explicar que comenzará a hacer el camino desde el Puerto De Somport, en la Ermita del Pilar. ¿Santiago y Pilar juntos al inicio? Buen camino, caminante: la España mítica en Somport se inicia.
Pero, antes de Somport, ¿no hay camino? Hay quien dice que es punto de reunión y comienzo de purificación. Punto de reunión, se comprende; pero, ¿principio de purificación?, es término ininteligible. ¿Cómo es posible que el camino de Santiago retire lo que hay de extraño en ti si previamente tú no has sido iniciado en lo que supone de negativo y positivo el propio camino? Quiere decirse: para purificarse en el camino hay que saber previamente que eres impuro (que has perdido el ser y la perfección). Y, ¿qué significa estar impuro? Para responder a esta pregunta, debemos saber dónde comienza el camino de Santiago y qué significa.
El camino de Santiago comienza en Santiago, y si parece una perogrullada es porque todas las verdades acaban siendo perogrulladas. Es Santiago el verdadero punto de reunión para la purificación: para quitarnos, extraer, ese algo extraño que sabemos que nos habita y nos corrompe y nos devuelve a la animalidad que o deseamos y a la violencia, que eso significa purificar y estar impuro, tener si querer esa cosa extraña en nuestro interior obligándonos a hacer las cosas que no queremos. Es decir, esa forma de ser animalidad, perseguir o ser chivo expiatorio, nada más, nada menos. O ejercer la violencia contra los otros o ser sobre el que la ejerzan (y en uno u otro caso acabar santificado, protomártir ideológico). Que parece que no hallan existido más de dos milenios de adquisición de cultura, por Dios, para que todo siga en el mismo lugar. Exactamente en el comienzo de “2001”, cuando un mono asusta a otros con sus dientes desgarradores si estos no han aprendido a utilizar las huecas osedades para golpear hasta matar.


Si el camino de Santiago es un camino de iniciación, iniciático, el origen y el fin se encuentran en el mismo lugar. Igual que los que van a ser chamanes saben que el principio y el final son ellos mismos o quienes van a pasar por el rito de la iniciación a la vida adulta saben que es en ellos en los que va a ocurrir, aunque después recorran espacios variados y diversos.
Santiago es el origen del camino y el peregrino es el camino, el lugar, en lo que todo va a acontecer, principalmente la purificación (extraer de uno la posibilidad de ser perseguidor o chivo expiatorio y no serlo). Y si Santiago es el origen y el final, ¿para qué peregrinar? ¿por qué no permanecer recorriendo sólo sus calles, sus corredorias en busca de la Madre Noite o de conjuros misticentos / mixtificadores? Por una simple cuestión: en el origen el hombre es un hombre / niño (a eso vamos a Santiago en primer lugar, a buscar la inocencia) y ha de perderla y volverse impuro para reconquistarla de nuevo, purificarse. De Santiago a Tréveris y de vuelta a Santiago.
¿Y por qué Tréveris? Sin entrar en polémicas acerca de quién es quién yace ad eternum en el sepulcro de la catedral de Santiago, soy de la opinión de que se trata de Prisciliano, el Obispo apostata y hereje. Precisamente él, que quiso revolucionar el entendimiento de los evangelios y fue presentado como la encarnación de todos los males y mismo un demonio que debía acabar en la hoguera o con la cabeza cortada. Así que siendo Obispo de Toledo fue llamado a un concilio a Tréveris, donde él pensaba que iba a ser reconocido finalmente por la Iglesia y donde acabó decapitado (junto a Latroniano, Felicísimo, Juliano y Eucrocia, fieles fieles) como chivo expiatorio de un Evodio persecutor y percutor (junto a Itacio e Ydacio, Magno y Rufo, líbrenos Dios!).
Y decimos que no entramos en polémicas porque tanto da que se denomine camino de Santiago o vía priscilianista o cualquiera nombre que queráis otorgarle; lo que queremos que quede claro es su sentido: la impureza es la persecución ideológica y el chivo expiatorio, y es con lo que hay que acabar, arrancarlo de nuestro interior, purificarnos.

Efectivamente, la peregrinación comienza en Santiago y se va hasta Tréveris, donde uno se vuelve impuro, peca, formando parte del tribunal que juzga a ese Prisciliano horrendo (admite hasta que la mujer sea clérigo!!!!), pero nos regeneramos, nos purificamos, retornando a Santiago (el camino de Santiago), purgando el pecado, haciéndonos Uno con el Obispo decapitado junto a sus fieles.
La persecución o el ser el chivo expiatorio, son los dos grandes motivos que hacen actuar al hombre y aunque esto suene hasta mal y contrario a lo que dicen los psicoanalistas. Nuestro propio inconsciente esta lleno de estos miedos: a ser perseguido o ser chivo expiatorio o el poder que se siente al perseguir y ser pon encima de cualquiera. Lo veis en la vida cotidiana cuando el vecino de al lado pega la oreja a la habitación y viene el frutero y te dice que gemidos nocturnos llenaban tu habitación anteanoche y tu mujer, que estaba de vacaciones, se entera de tu vida más privada, la que es cosatuya / cosanostra; cuando no sabes quién escribe una carta anónima sobre ti pero bien pudiera decirse que es sobre algún heterónimo al que no conoces; cuando alguien mete la pata hasta lo hondo, a fondo, y busca a otro que sea cabeza de turco o chivo expiatorio porque él ha de seguir dominando. Y así per secula seculorum, la animalidad, lo más impropio del hombre, la incultura (que esa lo que hemos vuelto). Lo dice el profesor Girad, “el síndrome Caifás”: “muera un hombre para salvar a un pueblo”. Y esto es la impureza, el pecado, lo que aprendemos en Tréveris, peregrinando a Tréveris.
El retorno a Santiago ha de servir para purificarnos. Es como si fuéramos uno de los discípulos de Prisciliano trayendo su cuerpo, los cuerpos. En este retorno aprendemos que la multitud, la masa, es el Error, como dijo Cristo: “la multitud es la mentira”. Y mucho más. Sólo tenéis que ver lo que ocurre con una multitud en una plaza de toros: un poco de vino, unos puros y que corra la sangre.
El retorno a Santiago ha de servir para rechazar de pleno la persecución (ideológica, religiosa, económica), a los chivos expiatorios y a los protomártires y a las multitudes. Por eso, es un camino de recogimiento, de soledad, pero de exaltación y compañía, al tiempo. Es un camino de coimplicidad.

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