lunes, 12 de noviembre de 2007

Los eunucos de electra


Nos sucedió tantas y tantas veces. Cuándo te enamorabas de la universitaria que estaba más buena (esa que cumplía todos los cánones para que el chino la silbase y perdiese la cabeza y perdurase en la incitación y se le fuera toda la fuerza por la boca, luna loca!!!), ésta iba y se casaba con un tipo que podría muy bien ser su padre por la edad y por no sabemos qué recatadas razones. Ella 22, él 59, y no hay intenciones numerológicas, que es edad que escojo al azar, y menos de que nadie se sienta aludido.
¿Por qué lo hacían? Desde luego, les iría mejor con “el chino” o con “el indio” o conmigo mismo, por no ir más lejos, de la misma edad. ¡Pues no! A por el viejo, y los demás al infierno de la ausencia de sexo.
La pregunta anterior fue la que hizo que el indio se pasara a la psicología y no por ningún impulso de carácter freudiano (si me permitís, el inconsciente no existe ni la enfermedad mental en el sentido psicoanalítico), con ganas de encontrar la respuesta en el estudio de estos casos que no son raros.
Y sus conclusiones eran curiosas por no ser psicoanalíticas: por una razón de mimetismo, pero no de la madre, que ya quisiera Jung, sino de la tía solterona. Porque todo el mundo tiene una tía solterona que le expresa el deseo que has de tener, casarte con el que ella no pudo. Así que todo es una cuestión de mimetismo o un nuevo complejo “el de la tía solterona” (¿“La loba” de W.W.?)
Lo malo llega cuando muere la tía solterona y se le abren los ojos a la universitaria buena entrada en años: que alrededor todos somos eunucos y quien no es eunuco sufre el complejo de “mando a distancia” (‘zapping’), siempre cambiando de canal a la caza de la novedad (“y tú, querida, no me interesas en absoluto”.

Y es que en el amor sólo nos queda pasión por “lo que el viento se llevó”.

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