lunes, 12 de noviembre de 2007

En el camino - III


Dejemos de ejercer de turistas, que en el placer de ver, ensimismados, nos volarán hasta la cartera que nunca llevamos. Dejemos de ser turistas que caminan a ver a quién entregan el dinero sin rechistar y con quién se hace la fotografía más triunfante, aquella que enseñar a las amistades menos amables, aquella de comunión y tarta de bodas, y será, por cierto, por supuesto, con esa bruja de látex que vuela virtual los cielos del Obradorio.
Ejerzamos nuevamente de peregrinos, de caminantes, de convecinalidad comunicativa, días de elementos de relación, en silencio. Y ya sabéis que nunca se acaba la peregrinación (y esto es un nuevo escándalo), que uno es peregrino eterno.
Y nuevamente de peregrinos hallamos una única realidad: somos muertos. Somos tan muertos como Prisciliano, como Santiago, como Latroniao, poeta que emocionaba a San Jerónimo. Somos muertos, sin nombre, sin facciones, sin tierra, sin familia, sin nada nocivo, sin nada halagador, en verdad, sin nada. Y resulta escandaloso decir sin familia, sin facciones, sin tierra. Si me preguntas, ¿de dónde eres?, ¿de quién eres? Sólo hay una respuesta: del camino, del azar del andar, del lugar de donde parto, del pueblo donde descanso, del polvo del camino y de la lluvia que me embarra. Soy el camino y no me añoro. Soy el camino, no me preguntéis de dónde vengo o a dónde voy. Soy muerto y voy a dónde los muertos reposan. Busco formar parte de esa gran Santa Compaña que es Compo – estela, que denuncia a los que persiguen, a los que quieren convertirse en Chivos expiatorios, a los que buscan ser protomártires de una ideología simbólica (falsa siempre, que los símbolos valen para un roto y para un descosido). Denunciar que siempre se intente amoldar a la gente a un pueblo esencial, a un pueblo elegido, y no a la realidad concreta de cada momento. Sí, la misma cantinela, "somos el pueblo elegido, tenemos que hacer la Historia, sólo nosotros poseemos el hecho diferencial", y todo recubierto por la religión, con la religión. Religión para multitudes con ganas de redención: sangre en el rito / sufrimiento como función del religado.

No hay tierra, sólo camino. Y camino estelar, camino en las estrellas, guiándose de esa senda lechosa, la vía láctea. Y la recorrerás con la cruz al hombro y una lente en el ojo. Así como lo hiciera en la película del mismo título maestro nuestro Luís Buñuel, por caminos de estrellas cinematográficas, por caminos de celuloide. ¿Es camino de huida? Nunca se puede responder a las preguntas, sólo sirven para ser realizadas. Las respuestas, si las deseas, son sólo propuestas que surgen desde la sordera, desde el mirarse las manos vacías o llenas de delirium tremens e inocentes jugaremos a pasear los muñones, lo que falta, la ausencia, la oquedad. Sí, que el camino lo enseña: la vida, la sociedad, el hombre, es oquedad, es siempre lo que le falta. Y a mí me falta la sencillez del hombre que se sienta sobre los cercados y cuida sus vacas y habla con quien pasa a su lado. Y a la sociedad le falta la poesía, es su oquedad.
"Apaciento también otros rebaños:
universo
mundo de pie de las amadas cosas” (Octavio Uña).
Veo al hombre sobre el cercado, cercano a su perro, apoyado contra su cayado y riendo. Dice que es de la quinta de Angelito, Besteiro sabe, y habla sin dudar de las cosas más sencillas. Habla de los demás, de las cosas de los otros, habla con alegría y cuenta la felicidad que le provoca que los otros las consigan. El que él las obtenga o no, es tan secundario y tan poco importante. Sólo le encanta hablar de las cosas que obtuvieron los otros; e, incluso, el grado de participación que él tuvo en la consecución de las mismas. Y si ustedes le oyen les dirá que la juventud, lo más verde, cada día una novedad, es síntoma que se acerca la muerte de él. Hay que entederlo, para un viejo “nada hay como que nadie cambie”. Y aunque el ambiente se llene de palos secos que penetran a través del olfato y de soles agrietados y de incendios de lo que ya para nadie será, el hombre sigue hablando, “falando”, en su mezcolanza de idiomas, de lo cotidiano y la novedad, de los de siempre que cuidan sus ganados y de la novedad que representa un caminante a Santiago, a lo mismo que el Apóstol.
“Que el camino es el mudo real, el mudo estelar, el mundo que yo amara. Que hasta Cristo fue capaz de convocarlo e sus mares y andarlo”.
Y ahora calla y vuelve a su rebaño la mirada. “Quien desea ser bien visto no teme que se le oiga sobre cualquier asunto” (Prisciliano, Tr. II).


Del Alto Valiño a Montecalvo. Y ya hay a quien no le suene en absoluto estas dos poblaciones como parte integrates del camino. Es terrible que nunca coincida el camino estelar con el camino oficial. Son las puñeteras cosas de la vida. Del Alto Valiño a Montecalvo, que no es camino de turistas, que sí el camino de Santiago. Y recorres una serie de kilómetros en la más absoluta coimplicidad: un camino que va entre la soledad del monte y la realidad de que a ambos lados y entre los pinos y los primeros eucaliptos se asientan casas, que no poblaciones, gentes, y personas individuales. Por primera vez tienes conciencia de que o hay multitudes viviendo, que por vez primera el camino cobra su sentido: el individuo en soledad camina y va ayudándose de otros individuos que en su soledad le ayudan a alcanzar la verdadera realidad: no hay protomártires ni chivos expiatorios ni multitudes que animen o alteren resultados o persecutores desde la envidia, sólo soledad y pinos y eucaliptos y camino, camino, camino y su andar (Machado, A.). Tal así que entre Alto Valiño y Motecalvo se hace evidente que el culo es un pecado contra el espíritu Santo (Nietzsche).
Y aunque camino sólo por una carretera de empinadas subidas y esquivas bajadas, nunca parece que uno se encuentre solo. Pero voy solo. Mas parece que multitud de miradas amables (cierto) me vigilasen o cuidasen de mí, así me dirijo hacia la carretera general, nacional, de Lugo a Orense. Lo particular individualizado de soledad busca siempre cruzar los caminos generales para expresarse, comunicarse. Y tras cruzar lo general retornamos a la soledad, a nuestra individualidad, de nuevo a las escarpadas subidas. Y líbrenos el cielo de que nuestra vida no lleve siempre estas escarpadas subidas, pues sólo cuando el camino es escarpado y en subida es camino acertado.
Del Alto Valiño a Montecalvo, es la parte del camino que se convierte en metáfora de todo el camino, de lo que realmente representa: una idividualidad que va en busca de lo pulimente la soledad y encontrar, así, la verdadera esencia de la comunicación, comunicación de lo que la hipocresía social acalla: no hay chivos expiatorios y es preciso acabar con todos aquellos persecutores / percutores de los hombres a causa de sus ideas (sobre todo cuando dejan a parte la nación, la sangre, la raza y se convierten en CAMPO – STELLAE, COMPOSTELA)

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