lunes, 12 de noviembre de 2007

En el camino - II


Un camino de coimplicidad, de coimplicación. ¿Qué significa el tal palabro? Otra perogrullada: que si el mundo es una serie de elementos en relación (AOO), la relación es, que dirían los matemáticos, biyectiva, de unos elementos a otros y de éstos a los unos, provocándose un proyecto de comunicación (OUJ), que se concreta en la propia purificación, como ese extraer de mí lo sobrante, ya no soy perseguidor ni chivo expiatorio ni multitud (en cuanto parte o actuante). Estoy purificado: porque el camino me purifica pero, a la vez, yo le doy algo al camino, lo engrandezco al comunicar que he sido capaz de comprender la no necesidad de perseguir a nadie, de no ser chivo expiatorio ni, por supuesto, protomátir de ninguna causa o una parte o su voceador de una multitud abyecta pidiendo sangre y sexo (toros e “intervius”, que viene a ser igual).
Quiere decirse: que nos damos cuenta en este camino al Finisterrae de que somos muertos que buscan a su santa compaña. Porque solo los muertos peregrinan en busca de su cielo redentor. ¿Del cielo redentor? ¿Qué tiene que ver la religión en esto? Todo. La religión es el verdadero trasmutador del hombre de animal en ser cultural. No, por supuesto, la religión católica ni la brahamánica ni la musulmana o la judaica. La religiosidad humana interna y propia, la que recibió el nombre de “mistérica” (AAM). Porque si en el camino de retorno nos damos cuenta de que somos tan muertos como el Obispo Hereje decapitado y sus fieles, el camino nos ofrece dos vivencias: / soluciones el ansia de inmortalidad y el anhelo de resurrección (o viceversa). Y nosotros al camino le damos nuestra esencia: a cada paso que damos ofrecemos lo que estamos ganando – eso que se ha dado en llamar Alma, de la cual vemos su parte material, como bien intuyó WB.
Y el camino de retorno a Santiago ofrece una segunda evocación: que sólo hay camino, que no hay un terruño al que ofertar bandera e himno, sangre y Rh, raza y monumentalidad. Sólo el camino y yo.

Que no eres gallego ni cacereño ni vasco ni castellano ni aragonés o catalán, a pesar del origen de tus apellidos. Que tu ser no está adscrito a ningún terruño especialmente. Que tu ser es el camino y el caminar. Que simplemente aprendes en el retorno que todo es camino, andar, búsqueda. Pero no andas buscando nada, porque lo que debías saber ya lo sabes: rechazar la persecución los chivos expiatorios (tanto el serlo como convertir a otros) o ser protomártir o las multitudes. Sólo se trata de expresarlo a los demás con esa peregrinación. Que esta segunda peregrinación, este retorno a Santiago, no es para ti sino para los demás.
¿Pero los demás, son la multitud, la falacia, la mentira? Sí, pero la coimplicidad les menta, les introduce de nuevo en el juego, que es la vida, en este sueño, o en esta cómica tragedia o trágica comedia que es el vivir. Antes lo habíamos dicho: la co – implicidad, que el mundo es una relación de elementos y, los otros, aún multitud, también son seres individuales, elementos y relación. Y en cuanto seres individuales deben retornar a nuestra vida como relación, es decir, comunicación.
Y es en el camino, de camino, con el camino como penetramos en la esencialidad de la comunicación: nos proveemos de nuestra soledad para comunicarla; nos convertimos en nuestra sombra para acercarnos a los otros como seres individuales; morimos como seres sociales de multitud y renacemos como seres de convecinalidad comunicativa, enormemente expresivos, porque reconocemos, así os confesáramos, que no necesitamos más la persecución (sociedad de lo rosa), el chivo expiatorio ni la multitud. Sólo identificar a quien, como nosotros, ha muerto en Tréveris y renace en Santiago; a quien, como nosotros, ha descendido a la oquedad de la sociedad, a la oquedad del ser, para reconstituirla como “individualidad soledadeada”, el retiro al desierto de Cristo. Permitidnos, entonces, que la denominemos “la cuarentena” (algo similar a lo narrado por el libro homónimo de JGG).
Me gusta la denominación, convecinalidad comunicativa, por lo que menta: estar con vecinos y comunicarles nuestro rechazo de las formas hipócritas de la sociedad, rechazo logrado en la soledad del camino y en la espalda del Santo Apóstol.

Convecinalidad comunicativa, soledad e implicación, elementos y relaciones, muerte y resurrección, inmortalidad. De inmediato, nos asalta la duda. ¿Cómo es posible que se conjuguen en los mismos elementos, en las mismas callejas y en el camino, de cierto, en la relación camino / caminante características tan dispares y hasta contradictorias, en verdad, realmente contradictorias? Y es esta contradicción irrazonable la que nos provoca la contrariedad enorme que nos disuelve en la pena del no entender. ¿Qué es lo que hace ahora el caminante, y se convierte en turista? Deja de construir el camino porque no le parece suyo, o le parece que lo este creando él. En realidad, le provoca esta contradicción un sentimiento de escándalo: no entiende cómo es posible vivir y construir la realidad sobre el fundamento de la contradicción y, para entenderla realidad a partir de ahora, genera lo irracional, lo inconsciente, lo ininteligible, algo así como un espíritu que recorre la realidad y no entendemos cómo puede hacerlo. Bueno sí, la recorre de manera simbólica.
Pero el caminante ya no es caminantre y sí turista: se queda pasmado y suspendido el juicio, por ejemplo, ante la portada de catedral de Burgos, anonadado ante las figuras animalizadas y el torreón de vigías de la iglesia – fortaleza de San Nicolás de Portomarín. Sus ojos no intentan ya penetrar la realidad y comprenderla en su sencillez de elementos en relación, de convecinalidad comunicativa. No. Ahora el turista que es se queda prendado de todos los mitos, ritos y arquetipos, como si estos conformasen la totalidad de lo Real, y ni siquiera intenta comprenderlos o ponerlos en relación con lo que vive, como una explicación añadida y sí les otorga una fuerza incognoscible y terrible, incomprensible, irracional, eterna.
¡Ah!, caminante, ya eres turista, ya eres un elemento sin relaciones, una parte inútil de la multitud inconcreta, borracha y ahíta, que quiere sangre y sexo, muerte y “lindalovelaces”, mitos y rituales. Passolini te explica, mírate en el espejo que será para ti Salo.
Y cuando llegues a Santiago, a sus espaldas, no entenderás por qué besar, abrazarse a sus espaldas, pero sí querrás pagar por ver a sus espaldas y sus capillas y sacar fotos a diestro y siniestro, por ejemplo, sacarte una foto con la deliciosa bruja de látex, y te delatas.

No hay comentarios: